El dilema de los recursos naturales comunes sin doliente(s)
The dilemma of common natural resources without suffering
Desde la antigüedad, personas como Aristóteles y Tucídides plantearon una teoría básica que evidenció el comportamiento que las personas tienen con respecto al uso continuo de algún recurso natural común.Dejaron entrever el conflicto, normalmente económico, que se genera por la intervención de intereses individuales sobre los bienes públicos. La tragedia de los comunes (término popularizado por Garrett Hardin en 1968) explica cómo el acceso sin restricciones a un recurso "comunal" finito conduce a la sobreexplotación y al agotamiento de dicho recurso por el aumento desmedido en su demanda. Esto ocurre porque el grupo o los individuos que aprovechan los recursos no cargan directamente con los costos de su explotación. Entonces frente a la premisa de que el recurso es de todos y para todos, pero en última instancia, no pertenece a nadie, cabe preguntarse qué prima: ¿Un interés individual sobre un colectivo? O tal vez, ¿es una cuestión de enfoque etológico?
1. INTRODUCCIÓN
En el siglo XXI, los recursos naturales son vulnerables a múltiples cambios y modificaciones, ocasionados principalmente por acción antrópica, en los cuales se encuentra implícito el accionar y la toma de decisiones de cada una de las personas que interactúan activa o pasivamente con los mismos. Las sociedades más desarrolladas no están exentas de la vulnerabilidad de estas transformaciones. Incluso hay quienes señalan que «los recursos naturales son más susceptibles de sobreexplotación en sociedades tecnológicamente avanzadas, con grandes poblaciones y en donde los recursos son puestos a la venta en grandes mercados internacionales» (Acheson, 1991), aunque su ventaja en el aprovechamiento de estos insumos, con respecto a sociedades en desarrollo, resulte en la formulación de directrices con objetivos específicos. Como bien resalta Elionor Ostrom (2000), «el hemisferio occidental está ricamente provisto de una diversidad de sistemas de recursos naturales que son gestionados por complejos arreglos institucionales locales y nacionales» (Ostrom, 2000a), tesis esencial para los procesos de elecciones interrelacionales.
Los denominados «recursos o bienes comunes» se enmarcan en esta sobrecogedora realidad, y de hecho, son los damnificados del contexto mundial actual. Esta condición está dada por la lógica del comportamiento humano, cuya complejidad se evidencia a partir de las normas y acuerdos establecidos para interactuar entre individuos. Un ejemplo cotidiano que demuestra que la situación de los comunes no es ajena a los individuos, es la que plantea Mayer (1997):
«los que vivimos en departamentos compartimos también espacios y servicios comunes con nuestros vecinos; el mantenimiento y funcionamiento del edificio dependen de la cooperación y de los acuerdos tomados entre todos los que habitan en él» (Mayer, 1997. Citado en: Chase Smith, 2002a).
¿Qué razones, factores o intereses motivan a los individuos para actuar en función del cuidado o aprovechamiento de los bienes comunes? ¿Por qué actúan como actúan? Desde las ciencias sociales, los investigadores se han planteado algunas respuestas. Por ejemplo, «subrayan los aspectos sociales y morales del comportamiento del usuario. Los usuarios forman comunidades. La extracción de recursos naturales se guía por normas y valores sociales, muchos de los cuales "no son contractuales" (Durkheim, 1964. Citado en: McCay & Jentoft, 1998) y otros enfatizan la prudencia y la moderación» (McCay & Jentoft, 1998), pero, ¿Es probable que este planteamiento de la cautela y mesura sea válido en todo tipo de contextos y en tiempos contemporáneos? Eventualmente no, y aún más, por la presión de una sociedad en proceso acelerado de mundialización, que no permite dejar «espacios libres».
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