La biodiversidad
Biodiversity
La biodiversidad es un suceso ecológico realmente sorprendente en tanto existe una extraordinaria homogeneidad química y bioquímica de base, en todos los seres vivos.
Se considera que se dan por lo menos tres fenómenos que la explican: la evolución darwiniana, es decir, la evolución ramificada; el «acoplamiento estructural» según lo define H. Maturana; y, por último, los fenómenos termodinámicos, tal como los expone S. Kauffman con apoyo en los conceptos de “organización” y “organización propagativa diversificadora”, y los interpretan E. D. Schneider y J. J. Kay a partir de la Tierra como sistema termodinámico.
Su importancia explicativa en la crisis ambiental, manifiesta entre otros sucesos en el calentamiento global, es de gran relevancia.
1. INTRODUCCIÓN
En los medios escritos, hablados y virtuales de hoy, las expresiones medioambiente, sostenibilidad ambiental, desarrollo sostenible, contaminación, cambio climático y biodiversidad compiten con las de crisis económica, desarrollo y progreso. Esto no es casual: ambos campos de preocupación diaria, están íntimamente relacionados.
Sin embargo, mientras el tema de la “crisis ambiental” aparece con un gran ímpetu en los últimos cincuenta años, los de “progreso” y “desarrollo económico” vienen desde la “Modernidad” y toman su mayor auge en los últimos doscientos cincuenta años como fruto de la llamada revolución industrial que pareció darle toda la razón al sueño de dominio de la naturaleza, lo que se constituyó en el núcleo del pensamiento de esa modernidad consagrado en la expresión linneana Homo sapiens sapiens (Hombre doblemente sabio), para referirse al humano como especie distinguible por su superioridad intelectual sobre los demás animales reconocidos, por contraste, como brutus.
Un tema recurrente en la literatura filosófica había sido, hasta la mitad del siglo XX, el de ubicar al hombre en el conjunto de la naturaleza; se concluía generalmente que el hombre estaba situado, merced a su extraordinario desarrollo cerebral, por fuera y por encima del resto del mundo vivo, pensamiento refrendado por la mayoría de las religiones occidentales que sostienen que Dios ha puesto la naturaleza al servicio del hombre. Ya Lewis Thomas lo había señalado con otras palabras para referirse a la apreciación que el hombre tiene de sí mismo a tono con esta idea de especie dominante sobre la Tierra: la de ser “el pináculo de la evolución, el éxito biológico más sorprendente que va a permanecer aquí para siempre”.
Con tal pretensión el hombre ha desarrollado una civilización, inicialmente en Occidente, en la cual domina la “cultura del capitalismo”, centrada en tres características: el individualismo, más aún, hiperindividualismo; la Tierra como fuente de recursos para la producción económica; y la acumulación como objetivo de la actividad económica. En los últimos decenios, la manifestación, cada vez más clara, de la “crisis ambiental” ha llamado a la reflexión sobre el papel que ese sentimiento de superioridad de la humanidad y ese proyecto de acumulación económica del individuo fruto y causa del “progreso” han jugado en esa crisis, moviéndonos a pensar que lo que se está viviendo, más allá de una “crisis ambiental”, a una “crisis civilizatoria” que algunos autores caracterizan como la “sociedad del riesgo” y que bien puede ser la sociedad del miedo, desde que las catástrofes ambientales destruyen pueblos bajo la mirada impotente y el miedo reflejado en los rostros de los damnificados.
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